Desde los años 70 son muchos los estudios que han aconsejado la meditación como forma de tratar algunas enfermedades mentales como la ansiedad y la depresión, o como una manera de responder mejor al estrés.
El yoga ha pasado algo más desapercibido a nivel académico, aunque cada vez más se empieza a trabajar de una manera global, aceptando que cuerpo, mente y alma son un todo y que todos se afectan entre sí.
Por eso el yoga, al trabajar la parte física, psicológica y espiritual del ser humano, se está revelando como una herramienta muy útil para mantener una mente sana.
La práctica del yoga se está desplazando del ámbito privado al público. Está demostrado que los estudiantes que introducen rutinas de yoga en sus hábitos se enfrentan mejor a sus exámenes, y que los lugares de trabajo en los que se facilita la realización de esta práctica cuentan con mejor ambiente y mayor eficiencia y productividad. Los “profesionales de la mente”, personas cuyo trabajo depende exclusivamente de su cerebro, también se rinden a las bondades del yoga.
Es conocido el caso del ajedrecista Víktor Korchnói, uno de los mejores de la historia, quien a sus 75 años fue el jugador de más edad en estar en el Top 100 mundial, y que atribuía su fortaleza mental a una rutina diaria de yoga, footing y caviar.
En el mundo del póker cada vez es más habitual ver jugadores que practican yoga incluso durante los torneos y que, como la canadiense Adrienne Rowsome, reconocen que les ayuda física y psicológicamente en su actividad.
Al fin y al cabo, solamente hacen falta 5 minutos para darle al interruptor que apaga el estrés gracias a unos cuantos ejercicios de yoga.
En un artículo publicado por Harvard Health Publishing en 2009 ya se hablaba de cómo una investigación había concluido que el yoga ayudaba a regular la respuesta que damos al estrés. El hecho de saber enfrentarnos mejor al estrés, hace que disminuya la ansiedad.
El simple hecho de tener que concentrarse en una postura y mantenerla mientras somos conscientes de nuestra respiración, afecta a nuestro sistema nervioso y al corazón.
Pasamos de un estado de tensión y alerta, a uno de relajación y calma. Este trance hace que se hable de que el yoga aumenta el GABA (ácido gamma-aminobutírico), una sustancia que reduce la actividad neuronal. Si los niveles de este neurotransmisor son bajos, aumenta la ansiedad, el nerviosismo, etc.
En el mencionado artículo de Harvard Health Publishing, titulado “Yoga for anxiety and depression”, se habla también de un experimento en el que se demostró que las personas que practican yoga tienen una mayor resistencia al dolor.
La respiración y los ejercicios de yoga hacen que nuestro cerebro responda mejor ante las amenazas, a adaptarnos mejor a las situaciones.
Además de los efectos que la respiración y la relajación tienen en nuestro organismo, una de las ventajas del yoga que más benefician a nuestra mente es el hecho de tener consciencia de uno mismo.
Al trabajar con nuestro cuerpo somos conscientes de él. Saber quiénes somos y qué somos nos ayuda a estar en paz con nosotros mismos y con los demás.
Mejoran nuestras relaciones sociales y personales, y somos más resilientes, lo que quiere decir que nos adaptamos mejor a las circunstancias y sabemos cómo superar las adversidades.
Esa consciencia de uno mismo y de su lugar respecto a los demás, conlleva también una responsabilidad. Pero como hemos visto, el yoga nos ayuda a saber aceptar las responsabilidades sin caer en la trampa del estrés.
La constancia, el afán de superación y querer mejorar –tanto física como mental y emocionalmente- son características que acompañan a la práctica del yoga y que se trasladan a nuestra vida diaria.
En definitiva, el yoga es una herramienta que ayuda a que nuestro cerebro sepa focalizar, centrarse en lo importante y encontrar la mejor solución.
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