El conocimiento de uno mismo implica completar el puzzle con las siguientes piezas: cómo pienso sobre mí y sobre los otros, cómo me siento, dónde lo siento y cómo actúo. Puede parecer sencillo, pero sin embargo, descubrir cada una de estas partes de uno mismo requiere de atención y dedicación.
En muchos libros de autoayuda se hace mucho hincapié sobre los pensamientos y/o sobre las acciones, pero sin embargo, el área corporal y el área emocional quedan en un segundo plano. Desde mi punto de vista, el eje sobre el que gira un cambio profundo está en el conocimiento, la elaboración y el manejo de las emociones y el cuerpo.
El yoga permite “PARARSE” y “ESTAR CON UNO MISMO Y CON NUESTRO CUERPO”. Ya sólo estos dos mensajes son realmente cruciales si pudiéramos realizarlos todos los días. Últimamente muchos pacientes me cuentan en consulta que “no paran” durante la semana, y que no saben qué han sentido, y mucho menos en qué lugar del cuerpo lo han notado. Es una pena que se pierda tanta información que nos ayudaría a entendernos.
Es muy importante poder identificar y nombrar lo que sentimos: alegría, culpa, tristeza, enfado, envidia, celos, frustración, miedo… y también localizarlos en algún lugar del cuerpo (cabeza, estómago, pecho, ojos, manos…). Si no se puede nombrar la emoción porque se desconoce, hacer un ejercicio de escaneo corporal e intentar identificar en qué parte del cuerpo siento molestias, puede ayudar a descifrar la emoción. Por ejemplo, el otro día me decía una paciente que no sabía lo que sentía, pero que sí sabía cómo expresarlo con el cuerpo, y le animé a hacerlo. Cerró el puño con fuerza y agitaba el brazo una y otra vez de arriba abajo, al cabo de unos segundos, me dijo que estaba enfadada. A partir de ahí, pudimos trabajar con su enfado. Practicar yoga ayuda a la identificación de las sensaciones corporales, y por consiguiente, puede ser un hilo conductor a nombrar la emoción.
Me gustaría detenerme en una de las emociones que más silenciada está en la vida de las personas, y es la VERGÜENZA. El yoga puede ser un ingrediente para la regulación de esta emoción. La vergüenza va muy ligada a un descenso de la autoestima, a una crítica interna acerca de uno mismo: “Eres tonta, te has vuelto a equivocar, por qué has dicho eso, pareces ridícula, no te va a salir bien, se van a reír de ti…”. Estos pueden ser algunos de los mensajes destructivos que manda la vergüenza. El yoga favorece el “DARSE PERMISO”: para aceptarse, para no juzgarse, para exponerse y recibir apoyo, para no exigirse… En relación a esto, hay una frase de Nietzsche que quiero compartir: “Uno es verdaderamente libre cuando deja de sentir vergüenza de sí mismo”. Desde mi experiencia con la práctica de yoga, creo que el yoga es un primer peldaño para la búsqueda de esa libertad.
Por último, quiero concluir con la idea de que el cuerpo y la mente están íntimamente unidos, y cuanto más los conectemos, mayor será la capacidad para comprendernos a nosotros mismos y a los demás.
María es psicóloga. Trabaja como psicoterapeuta individual, familiar y de pareja desde hace 10 años. Desde hace 2 años, hace yoga y es una apasionada de esta práctica.